Las monedas complementarias son una realidad desde hace años e incluso décadas en multitud de lugares. En unas ocasiones para impulsar el comercio local y en otras para construir relaciones económicas más justas y ecológicas, cada vez hay más comunidades que lanzan su propia moneda local o social. Pero ¿cómo se relacionan estas monedas con la Economía Social y Solidaria? Un estudio de las monedas complementarias en Cataluña arroja un poco de luz sobre esta realidad.

La adaptación del sistema monetario actual a las lógicas neoliberales ha provocado que la moneda oficial pase de ser una herramienta al servicio de las personas y sus intercambios, a que las personas se conviertan en una herramienta para la moneda y los intereses de las autoridades que la controlan. Para dejar atrás una economía individualista, competitiva y socialmente deficiente, y generar una transformación social hacia lo colectivo y cooperativo, nuestra economía —nuestros intercambios— requieren de una moneda y un sistema monetario que anteponga el bienestar común a la acumulación continuada de riquezas en ciertas manos. En este contexto, las monedas complementarias, entre las que encontramos las monedas sociales o locales[1], se presentan como una alternativa para impulsar la Economía Social y Solidaria.

Partiendo de esta idea, la cooperativa catalana CooDin ha desarrollado un estudio de cómo las monedas complementarias se relacionan con la ESS en Cataluña. Querían analizar cómo estas monedas están fortaleciendo a las cooperativas y a otras entidades de la economía solidaria, y cómo pueden mejorar su futura financiación. El estudio ha dado a conocer multitud de realidades de monedas complementarias catalanas que ya están en circulación, algunas con más implantación en la ESS que otras (Trok, REC, Turuta, Grama…), lo cual nos deja algunas pistas que debemos valorar para el futuro. Entre ellas, destacamos las siguientes.

Antes del análisis de las distintas monedas, preguntaron a través de una encuesta a entidades de la ESS qué tipo de financiación y operativa bancaria presentaban, así como el uso y su actitud ante estas nuevas monedas sociales. Con respecto al primer aspecto, quedó claro que las entidades de la ESS tienden a la autofinanciación, pero destacó que la banca ética no está tan implementada en estas entidades como se pensaba. Tanto en financiación como en operativa diaria, la banca ética aún no ha sobrepasado el uso de la banca tradicional en las entidades de la ESS. Resulta pues, claramente, muy necesario en el futuro seguir trabajando para que el sector financiero ético pueda sustituir los servicios habituales de la banca tradicional, así como que las cooperativas se animen a la alternativa ética, al menos para los servicios que ya prestan, para facilitar su desarrollo.

En cuanto a las monedas, el estudio muestra que hay un gran desconocimiento de las monedas sociales y de su funcionamiento por parte de las entidades de la ESS. Y que, sobre todo, su uso es mínimo, fruto en parte del propio desconocimiento. No obstante, las mismas entidades consideran que el uso de una moneda social puede fortalecer el desarrollo de un tejido económico alternativo, y que la financiación en moneda complementaria, de la que ya constan algunos casos, es una atractiva posibilidad para los futuros sistemas de financiación colectiva. Estos resultados indican que la pedagogía sobre la moneda social y su utilidad es fundamental, algo que requiere un especial impulso.

Al analizar caso por caso las monedas complementarias más consolidadas en el territorio catalán, los investigadores se encontraron con multitud de realidades. Por un lado, las monedas sociales como la Turuta, el Trok o los Minuts, muchas de ellas vinculadas a las Ecoxarxes, están aún en proceso de consolidación, y su gestión por equipos voluntarios requiere de apoyo de las instituciones públicas para impulsar más firmemente la ESS. Por otro, las monedas locales como el REC o la Grama, financiadas por proyectos europeos e impulsadas con apoyo municipal, se encuentran más consolidadas gracias a ese soporte público, aunque buscan incrementar su control ciudadano. El estudio indica que el éxito de estas monedas locales, que han demostrado pueden impulsar el pequeño comercio local, debe servir como ejemplo para que otras administraciones locales se decidan al apoyo de las monedas sociales. Debido a los insuficientes recursos de las gestoras de las monedas sociales, la colaboración entre las instituciones públicas y las iniciativas privadas de la ESS se hace fundamental.

A través de este estudio identificamos que no sólo hay una, sino multitud de formas en las cuales los ayuntamientos pueden impulsar el comercio local y las entidades comprometidas con el bienestar social y ecológico, algo que urgentemente necesitamos y que nos beneficia a todas. Desde el apoyo con la difusión de nuevas economías que fortalecen el tejido empresarial local, a la creación de confianza en las monedas sociales alternativas, o incluso su apoyo directo en la inyección y gestión de la misma, como ha ocurrido con el REC y la Grama en Cataluña. Como indicábamos hace unas semanas, es sobre todo en tiempos de crisis cuando buscamos alternativas que miren por las personas, y ha sido históricamente cuando las monedas locales y sociales han surgido para sustituir nuestro corrompido sistema. Unas monedas que, con pedagogía y colaboración colectiva, han demostrado ampliamente sus beneficios.

[1] Las monedas locales tienen como objetivo esencial impulsar el comercio local y de proximidad de un determinado territorio, normalmente un barrio o localidad. Las monedas sociales tienen como objetivo impulsar el comercio con entidades comprometidas con una economía más social, ecológica y solidaria, entre las cuales también se puede encontrar entidades de comercio local y de proximidad.